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La Doctrina Búdica de la Tierra Pura

La Doctrina Búdica de la Tierra Pura

por JEAN ERACLE

PRIMERA PARTE :: INTRODUCCIÓN A LOS «TRES SÛTRA»

Sección VI. El juego de las causas y los efectos

EL JUEGO DE LAS CAUSAS Y DE LOS EFECTOS

Una observación en profundidad del mundo de la impermanencia permite descubrir que todo se hace y deshace conforme a leyes.

En el plano moral, la vida de los seres se regula por la Ley de Causa-y-efecto, también llamada Ley del Karma, es decir, del Acto.

Según esta Ley, todo acto, independientemente de los efectos que pueda provocar en el orden de la causalidad material, deja necesariamente huellas buenas o malas en aquel mismo que actúa. En otros términos, todo acto que realizamos, en bien o en mal, no sólo nos acarreará ciertas consecuencias materiales agradables o desagradables, sino que también nos vuelve diferentes de lo que éramos antes. Imprime en nosotros una profunda marca que va a influir, incluso sin saberlo, tanto en la visión que podamos tener de las cosas como en nuestro comportamiento futuro.

Somos la creación de todo nuestro pasado y, aun cuando actualmente nos creemos libres, estamos condicionados en todos nuestros pensamientos y en todas nuestras acciones.

Donde quiera que se manifiesta un efecto, necesariamente debemos admitir una causa del mismo orden. En virtud de esta Ley es como el Budismo, considerando que los elementos que componen nuestra naturaleza física están originados por causas materiales, concluye que todos los que forman nuestra vida espiritual se inscriben en una corriente de consciencia anterior a nuestra concepción. Es más, admite que nuestra naturaleza física y todas las circunstancias que rodean nuestro nacimiento y nuestro desarrollo: herencia, educación, familia, condición social, etc., corresponden a vínculos particulares que fueron anudados en el curso de un pasado incalculable.

Es a estos principios a los que, en el «Sûtra de la Contemplación», la reina Vaidehî, prisionera de su propio hijo, alude en su dolor:

«¡Venerado del Mundo! ¿Por qué antigua falta me ha nacido este malvado hijo? Y, además, Venerado del Mundo, ¿por qué y cómo he llegado a ser pariente de Devadatta? Ansío, Venerado del Mundo, que me reveles claramente un lugar libre de sufrimiento y de tribulaciones. Allí deseo ir a renacer.»

Si la Ley de Causa-y-efecto permite explicar nuestra presente condición, también permita definir una regla de conducta para el porvenir. Efectivamente, de la misma manera que resulta del pasado lo que actualmente somos, lo que realizamos ahora es determinante para nuestra evolución futura. Luego, es necesario plantar ahora las raíces del bien y abstenemos de las malas acciones.

Los preceptos búdicos (no matar, no robar, no mentir, etc.) que confluyen con los mandamientos de las diversas religiones, no expresan una voluntad superior y divina, sino que, únicamente, indican al hombre cuáles son los actos que, en los planos del cuerpo, de la palabra y del espíritu, dejan malas huellas y cuáles son los que favorecen la paz y la felicidad.

Toda la moral búdica deja, por tanto, plenamente al hombre el cuidado de tomar sus responsabilidades y de decidir por sí mismo, en la medida de su naturaleza y de sus conocimientos, lo que debe realizar y lo que debe evitar.